3 de julio de 2024
Se habla mucho de los germinados, pero ¿sabes por qué es mejor consumir algunas semillas germinadas?… vayamos por pasos.
Las plantas guardan en sus semillas los mejores nutrientes, los destinados a ser el alimento principal del embrión vegetal, el único sustento hasta que desarrolle hojas y puede hacer la fotosíntesis.
El embrión es el bien más preciado de las plantas y por ello, le va a proporcionar todo lo necesario para su desarrollo, por tanto, las semillas son un contenedor de alimento de alto valor nutricional.
Este verdadero tesoro nutricional se transforma durante la germinación resultando más fáciles de digerir y mejoran más todavía sus propiedades.
Con un consumo regular, los beneficios para la salud de los germinados son extraordinarios, mejoran nuestra flora bacteriana, estimulan el metabolismo y los jugos pancreáticos mejorando los procesos digestivos. Además son reconstituyentes y remineralizantes fortaleciendo las defensas sin apenas aportar calorías y reduciendo la cantidad de fitatos facilitando así que los minerales pasen a la sangre y sean absorbidos por el cuerpo.
En definitiva, los germinados son muy nutritivos y altamente beneficiosos, en especial si seguimos una dieta vegetariana o vegana. Por ejemplo el aporte de proteína de los germinados de soja o de guisantes (un 27% de proteína) es comparable al porcentaje que podemos encontrar en la carne, la leche y los huevos, pero sin el gran contenido en grasa.
Frescos en ensalada, o como parte de algunos platos, por ejemplo en una tortilla, dentro de masas de pan, en bocadillos, “humus”, “falafel”, etc…
Muchos germinados los podemos comer crudos, otros, como por ejemplo los germinados de legumbres, los podemos saltear o cocer un poco antes de consumirlos, en cualquier caso debemos evitar cocinarlos demasiado ya que en el proceso se pierden propiedades, además el tiempo de cocción necesario disminuye mucho si la semilla está germinada.
Como especias; una manera muy original de recurrir a las especias es tomar germinados de berro, rábano, mostaza, cebolla o fenogreco. Aportarán un toque aromático, delicioso y nutritivo, ya que “pican” un poco, ¡te sorprenderá es genial!
Es interesante mezclar varios tipos de germinados, para «animar» nuestros platos, además, se complementan nutricionalmente. Por ejemplo, mezclar germinados de alfalfa con germinados de col y lenteja. O compensar el sabor picante de los de rábano, cebolla, puerro o mostaza con germinados de cereales o legumbres. La zanahoria germinada combina muy bien con alfalfa, col o soja.
Elijamos la forma que elijamos, siempre resultarán más nutritivos y más fáciles de digerir que las legumbres sin germinar.
Una vez germinadas las ponemos en la nevera y se conservan bien entre una o dos semanas, como las verduras.
En algunas semillas, es recomendable separar las cáscaras para que se conserven mejor. Para ello, colocaremos los germinados en un recipiente con agua; las cáscaras flotarán mientras que los germinados se irán al fondo.
Necesitaremos tarros de cristal (nos valen todos los botes de las legumbres, etc, que comemos), una tela tipo mosquitera fina (puede ser también tul) gomas elásticas, y, por supuesto, las semillas…
Las semillas las deberíamos comprar en lugares especializados, o al menos, buscar semillas ecológicas (aunque sean para plantar) para evitar usar semillas que puedan contener algún compuesto “no deseado”. Además, si las semillas no se han conservado bien no germinarán.
Prepararemos los botes, limpios, bien limpios…muy limpios. Introduciremos las semillas y taparemos la abertura del bote con la tela sujetándola con la goma elástica.
El primer paso de la germinación es “despertar” a las semillas, para ello las ponemos en remojo 24 horas, dentro de casa (en este momento no necesitan luz, así que donde queramos ponerlas).
Al día siguiente, quitamos el agua (con cuidado, a través de la tela sin quitarla) y enjuagamos con agua otra vez, tenemos que lavar las semillas, pero ya sin dejarlas encharcadas, para ello se colocan los botes con una inclinación para que pierdan el exceso de agua y sólo quede humedad.
Este proceso de poner agua, lavar y escurrir lo debemos hacer al menos dos o tres veces al día. No hay que desperdiciar agua, así que no olvidéis recogerla y reutilizarla para regar otras macetas.
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